ElCapitalista007

miércoles, julio 16, 2008

Especuladores ambiciosos?

Se ha dado cuenta que sin los especuladores, la mayoría de los alimentos, y otros productos costarían muchísimo más? Muchos miembros del Congreso han estado buscando al malo de la película que está causando el aumento en el precio de la gasolina (parecen no tener espejos). Un gran número, no exclusivamente pero sobretodo demócratas, han decidido que los especuladores, o al menos los “especuladores (ansiosos) ávidos” son los malos de la película.

Muchos miembros del congreso establecen soluciones a cosas que ni ellos entienden y causan problemas donde no hay o empeoran algún problema real, lo cual explica la actual subida de los precios de la gasolina. Hay mercados “de futuro” en productos agrícolas, metalúrgicos y energéticos. En un mercado de futuro, es posible comprar o vender cosas para entregar en una fecha posterior. La razón por la que los mercados de futuro se han desarrollado formalmente hace un par de años y por la que son tan importantes en la economía mundial, es porque han hecho posible que productores y consumidores puedan compensar el riesgo de los cambios de precio con quienes están dispuestos a tomarlos.

Asuma que usted es un agricultor y estima que este año puede producir maíz por $5 por saco, y que al momento el maíz se está vendiendo por $7 el saco. Con una utilidad de $2 por saco, el maíz es el producto más rentable que usted puede producir, así que usted podría planear una ampliación en sus plantaciones de maíz. Usted teme, como es normal, que otros productores como usted también siembren más maíz. Pero este maíz adicional podría causar que el precio baje, especialmente si el Congreso sabiamente reduce el tonto mandato que este pasó sobre el etanol basado en el maíz. Si el precio cae a $3 por saco, usted quebrará.

Afortunadamente existen los mercados de futuro, los cuales hacen posible que los agricultores vendan parte sus terrenos de cultivo para entregar luego (por ejemplo, en septiembre cuando se está cosechando hoy) con los precios actuales, los cuales son altos. Esto los protegerá de una gran caída de precios conocida como “reducción”. Por otro lado, están las compañías de cereal de desayuno quienes temerán que el precio del maíz continúe subiendo, pues de esta manera no serán capaces de comprarlo a ese precio para sus consumidores, así que querrán protegerse a sí mismos estableciendo como precio fijo el precio actual del maíz conocido como un “alargamiento”. Ambos, el agricultor y las compañías de cereales están “asegurando sus apuestas” sobre el futuro precio del maíz. Existen muchos especuladores del mercado, los cuales proveen liquidez al mercado y llenan el vacío si los números de las apuestas “alargadas” o cortas no coinciden.

Los mismos principios se sostienen para el petróleo. Si usted es un pequeño productor de petróleo y sabe que perfora un pozo caro pero que posiblemente producirá poco, el petróleo tendrá que ser vendido a un precio mayor que $60 en los mercados de futuro de petróleo para que este sea rentable. Así, si usted puede vender parte de lo que esperaba producir a un precio mayor de $60 en los mercados de futuro, será más probable que sea rentable, y por ende, usted querrá tomar el riesgo de la costosa inversión que significa extender su producción.

Por otro lado, asuma que usted es el gerente del sistema municipal de los buses de una ciudad. Usted debe proveer al consejo de la ciudad el estimado de los costos de diesel para el próximo año para que este pueda asignar adecuadamente el presupuesto de la ciudad. Si hay un aumento inesperado en el precio del diesel, no tendrá suficiente para todos los buses y tendrá que acortar el servicio de buses. Esto molestará a los ciudadanos, a los miembros del consejo y hasta pondría en riesgo su empleo. Afortunadamente usted puede hacer una apuesta “alargada” en los mercados de futuro del diesel, protegiendo la ciudad en caso de que el precio del diesel suba, protegiendo su empleo y a los ciudadanos usuarios del sistema de buses.

Así como el ejemplo del maíz, los especuladores de petróleo, algunos de los cuales tienen que “alargar” y otros que “acortar”, proveen la liquidez y el desajuste necesario entre varios apostadores.

La consigna política actual es: “los especuladores hacen subir el precio del petróleo”. Pero piense en ello durante un momento. Si el precio del petróleo está siendo manejado por encima del mercado definiendo el precio donde la oferta iguala a la demanda, la demanda caerá y los especuladores se quedarían estancados con abundantes e inesperadas reservas de petróleo. Mantener le petróleo en tanques y en barcos es costoso, y los especuladores no podrán cubrir estos costos por mucho tiempo, así que los precios caerán. Algunos en el Congreso quieren reducir las actividades de los especuladores aumentando las regulaciones. Esto sólo llevará al mercado de energía hacia otros países, afectando negativamente a los EE.UU. y no hará nada para reducir el precio del petróleo.

El precio del petróleo está más alto de lo estuviera en un mercado totalmente libre, privado y global, porque las compañías estatales de petróleo de otros países poseen el 88% de las reservas que se conocen y muchas de ellas son parte del cartel de la OPEP. La producción de petróleo que podría darse en EE.UU. y en otros lugares por empresas privadas ha sido prohibida por el gobierno. Los especuladores no son el problema; ellos son parte de la solución al reducir el riesgo para los productores, las refinerías, y otros participantes en el mercado petrolero. Esta reducción de riesgos resulta en mucho más producción de petróleo u otro combustible, alimentos, y metales donde existen los mercados de futuro.



Los intermediarios

Se acostumbra a catalogar a los intermediarios como enemigos públicos. En El Comercio, una lectora decía que el alza de los precios demuestra “la desproporcionada ambición de los intermediarios”.1 La realidad es que si no fueran necesitados, nadie los usaría y estos tendrían que buscar otra forma de ganarse la vida. El filósofo francés Frédéric Bastiat recalcó que “a los reformadores les gustaría transferir al Estado el trabajo de los intermediarios, ya que este trabajo no puede ser eliminado”. Además, explicó que la “ilusión óptica” yace en indicarle al público lo que cuestan los servicios de los intermediarios mientras que esconden lo que se le tendría que pagar al Estado para que desempeñe dichos servicios


Bastiat consideraba que, en cierta forma, todos somos los intermediarios de otros gracias a la división de trabajo. Al escribir esta columna, estoy siendo una intermediaria entre usted y todos aquellos autores y centros de los cuáles obtengo la información que analizo y presento aquí.

El economista de desarrollo, Peter Bauer, explicaba que muchos han criticado las características monopolísticas de los intermediarios: “el comerciante que ha penetrado un área rural es apto para ser analizado como un individuo con poder de mercado porque él, después de todo, es el único intermediario en ese lugar. El hecho de que su presencia aumenta las oportunidades disponibles a los individuos de esa localidad tiende a ser ignorado”.

Bauer señalaba que los intermediarios son “una fuente efectiva y conveniente” de crédito.5 El otro día conversaba con Lorenzo Zamora, un arrocero que cultivó una cuadra de arroz gracias al financiamiento que le proveyó otro arrocero que estaba cultivando cinco cuadras de arroz, quien a su vez era financiado por el dueño de la piladora más cercana. Zamora dice que por más que le provoque odiar al dueño de la piladora, sabe que no le hubiera sido posible alquilar su cuadra de arroz y obtener el crédito para cultivarla si no fuera por ese que muchos tildan de “explotador”.

También es importante reconocer que muchos productores y consumidores en países subdesarrollados operan en una escala muy pequeña y la intermediación se adapta a esa realidad. Bauer cuenta que en Nigeria, por ejemplo, unos agricultores de nueces suelen vender unas cuantas libras de nueces a la vez y operan a 800 o 1.100 kilómetros de distancia de los puertos. No obstante, de los puertos salen contenedores con toneladas de nueces. De igual manera, los bienes importados llegan en contenedores y son vendidos en cantidades diminutas. Los fósforos llegaban a Nigeria en grupos de cientos o miles de cajitas y el consumidor final puede que solo haya llegado a comprar 10 fósforos.6

Finalmente, dice Bauer, “ningún productor, consumidor o intermediario está obligado a utilizar los servicios de ningún intermediario si puede desempeñar los servicios de ese intermediario a un costo menor”.7

No conviene volver a aquellos tiempos en que el Estado asumió el rol de intermediario único. Romper con la cadena de comercialización como se lo ha propuesto el actual gobierno ecuatoriano solo dejaría a muchos como Zamora “sin pan ni pedazo”. Zamora, como muchos, no satisface los requisitos para obtener un crédito del Banco Nacional de Fomento ni puede esperar meses a que se lo den.

Lo mejor que se puede hacer para reducir las “prácticas monopólicas” de los intermediarios es tener una economía abierta que fomente la competencia y el desarrollo. Esto, en algunos casos, eliminará la necesidad de algunos intermediarios y, en otros casos, los obligará a competir con otros.


India permite el éxito

China e India han seguido caminos muy distintos hacia el éxito económico. En China, una dictadura ha implementado su visión estratégica con un puño de hierro. En India, bajo una democracia, cada partido defiende diferentes políticas, por lo que una visión nacional sería imposible aún cuando la gente quisiera una. No obstante, esta falta de estrategias ha producido un crecimiento del 9% en el PIB en cinco años.


Las reformas económicas de la India en 1991 abolieron las licencias industriales y muchos otros controles y desacreditaron la planificación centralizada cambiándola por una planificación indicativa. La reducción de las regulaciones más la inversión en una nueva infraestructura –la cual proporcionó la conectividad crucial para la globalización– creó un millón de caminos posibles en lugar de uno planificado. Y los emprendedores hicieron el resto.

En menos de dos décadas, India se ha convertido en una fuerza global de software, de externalizar procesos de negocios, de Investigación y Desarrollo, y de alta tecnología en manufactura. Antes de la deregulación, ningún planificador pudo prever que India podía dominar el mundo en estas áreas.

El software, la exportación más famosa de la India, fue entorpecida por las políticas del gobierno por décadas. En la década de los 80, le tomó dos años a Infosys, un exportador importante de software, conseguir una conexión telefónica y una licencia de importación de computadores. Los políticos y los sindicatos se opusieron a la digitalización por considerarla una amenaza al empleo. En una economía no computarizada los ingenieros electrónicos no podían desarrollar sus habilidades, las cuales eran necesarias para competir. Pero luego de ir a Silicon Valley, donde aprendieron el negocio, trajeron las nuevas habilidades a la India y establecieron empresas de categoría mundial. Esto fue un éxito imprevisto sin estrategia alguna.

Ningún planificador imaginó que cientos de compañías extranjeras trasladarían trabajos de oficina y servicio técnicos a la India. La sucursal de General Electric de la India primero intentó esto como un experimento para reducir costos y resultó un éxito tan grande que muchas multinacionales pronto siguieron sus pasos. Durante el proceso, las empresas extranjeras descubrieron que la India tenía no solo salarios bajos sino también habilidades sin explotar en ingeniería, medicina, servicios legales y auditoría. Moody´s y Standard y Poor’s hasta cambiaron algunas de sus operaciones a la India.

La disponibilidad de mano de obra calificada también ha trasformado a India en un centro mundial de Investigación y Desarrollo, atrayendo a compañías como General Electric, Suzuki, Intel, IBM y Microsoft. Renault-Nissan hasta se está asociando con Bajaj, una empresa especializada en motocicletas hindú, para que este haga pequeños autos. Asombrosamente, Renault-Nissan ha confiado la Investigación y Desarrollo a Bajaj.

La mayoría de los expertos pensaron que India seguiría los pasos de países del este y sudeste asiático tales como China y Vietnam, los cuales exportaban mano de obra. Sin embargo, las rígidas leyes laborales de la India hicieron que esta estrategia sea muy riesgosa. Para sorpresa de todos, India se volvió un competidor de categoría mundial en áreas de alta tecnología como autos y productos farmacéuticos.

La mayoría de las empresas farmacéuticas hindúes actualmente son multinacionales, haciendo compras de empresas en países alrededor del mundo.

Históricamente, el gobierno se ha opuesto a leyes muy firmes con respecto a las patentes, pero la Organización Mundial del Comercio forzó a que las aceptara en 1995. Inicialmente, las empresas farmacéuticas hindúes temieron ser eliminadas, pero vieron a la globalización como una oportunidad y no como una amenaza. El fin de la estrategia de farmacéuticos del gobierno era el principio del éxito comercial mundial.

La industria automovilística requiere de una constante innovación y los ingenieros y fabricantes hindúes han demostrado que pueden trabajar rápido y a un costo bajo. Las compañías estadounidenses se toman 3 años en ir de un nuevo concepto al prototipo para la producción comercial; Bharat Forge lo hace en un mes. Y esto lo ayudó a convertirse en el fabricante número uno de piezas de auto tales como ejes y bloques de motor.

Cuando la economía hindú se abrió en 1991, muchos predijeron que las empresas hindúes quebrarían o serían asumidas por multinacionales. Nadie imaginó que algún día Tata Steel adquiriría Britain’s Corus, la cual era seis veces su tamaño, o que Tata Motors adquiriría Jaguar y Land Rover, o que los metales no ferrosos de India, Hindalco, asumirían Novellis.

Los pequeños peces hindúes se comieron a las ballenas extranjeras haciendo préstamos masivamente del exterior. Hasta hace poco obtener préstamos del extranjero en tan grande escala era prohibido por las reglas que intentaban frustrar la irresponsable deuda externa. Ningún planificador se dio cuenta de que la prohibición también estaba previniendo que compañías hindúes gigantes entren a funcionar en el mercado mundial.

En los años ochenta, Sunil Mittal era a un pequeño comerciante que importaba generadores portátiles. Cuando el gobierno prohibió esta importación, Mittal se cambió a teléfonos digitales. Ni los planificadores, ni el mismo Mittal predijeron su llegada a la cima al convertirse en el mayor magnate de teléfonos móviles de la India. Su empresa, Bharti Airtel, ahora vale 40 mil millones de dólares, y se está haciendo global.

En 1983, Subhash Chandra, un comerciante de arroz, estaba buscando plásticos para empacar en una feria internacional. Los vendedores le dijeron que los plásticos laminados estaban reemplazando los tubos de aluminio para pasta dental, y con este descubrimiento accidental pasó de ser un humilde comerciante de arroz al propietario de Essel Propack, el productor líder a nivel mundial de tubos plásticos laminados para pasta dental, medicinas, y cosméticos. Nadie planificó esto.

Muchos analistas, incluyendo Tarun Khanna de la escuela de negocios de Harvard, consideran que el éxito de China se debe en gran parte al manejo del gobierno, mientras que en la India se debe a la empresa privada. Hasta ahora, China ha experimentado mayor crecimiento económico, pero India quizá esté mejor posicionada para el futuro. A la larga, ninguna otra estrategia de crecimiento es mejor que no tener estrategia alguna.


La Reserva Federal y el precio del arroz

por Steve Hanke El precio del arroz ha subido durante los últimos tres años: solamente el año pasado se duplicó, ocasionando disturbios alimenticios en varios países. Los políticos rápidamente culparon a los especuladores y a los acaparadores. Sin embargo, la culpa la tienen otros.


El despunte de precios más reciente es, en parte, responsabilidad de países como India y Egipto que han impuesto restricciones y prohibiciones a las exportaciones, más el deseo de otros gobiernos, incluyendo las Filipinas—el principal importador de arroz en el mundo—de aumentar sus reservas. Pero la culpa de la tendencia al alza de los precios a largo plazo debería ser de quienes han permitido un dólar estadounidense débil.

No es sorprendente que las autoridades en Washington, incluyendo a Donald Kohn—el vicepresidente de la Reserva Federal—no estén de acuerdo. Kohn dijo en un discurso en mayo que “el reducido valor del tipo de cambio del dólar puede haber desempeñado un papel en el aumento de los precios del petróleo y otras materias primas, pero probablemente este ha sido uno pequeño”.

Pero determinar qué está detrás del aumento de los precios de las materias primas implica un principio en el cual dicen creer los economistas alrededor del mundo, pero en la práctica a menudo no hacen caso u olvidan: la distinción entre el precio nominal y el precio relativo (real). Los precios nominales de las materias primas están determinados por el valor de la moneda utilizada para estipularlas, mientras que los precios están determinados por la oferta y la demanda—la escasez, abundancia y otros factores “reales” causales.

Cuando el valor del dólar cae, los precios nominales en dólares de las materias primas comerciadas internacionalmente—como el oro y el arroz—deben aumentar porque se requieren más dólares para comprar la misma cantidad de cualquier producto. Es por esto que los comerciantes saben que todo se negocia de acuerdo a los cambios en el valor del dólar. Por lo tanto, un dólar débil debería indicar precios más altos de las materias primas.

Mientras el valor del dólar ha caído, el precio nominal del oro en dólares (nuestro punto de referencia) subió. Esto fue seguido de un cambio paralelo en el precio nominal del arroz en dólares. La historia del precio mensual del oro de los últimos 60 años está dividida en 3 categorías: en relación a cuando el precio nominal del oro en dólares subió más de un 10% en un mes, subió menos de un 10 %, o cayó.

En la primera categoría (22 meses), el precio del oro subió más de un 10% en el “mes cero” y el precio del arroz subió bruscamente durante los meses siguientes, con un aumento medio acumulado del 25% durante el siguiente período de 12 meses. En la segunda categoría (278 meses), el precio del oro se elevó en el “mes cero” menos del 10% y el precio del arroz aumentó moderadamente con un aumento medio acumulado del 7% durante los siguientes 12 meses. En la última categoría (398 meses), el precio del oro era estable o disminuyó y el precio del arroz apenas se movió durante los siguientes 12 meses.

Otros datos también sugieren que el efecto del precio del oro en el precio del arroz es fuertemente proporcional. Por ejemplo, durante el largo período del dólar fuerte, desde finales de 1979 hasta finales del 2001, el oro sufrió una disminución acumulada de 40%, mientras que el arroz experimentó una de 52%. Durante los siguientes 6 años desde finales del 2001 hasta fines del 2007, el precio del oro subió en un 191% y el precio del arroz subió en un 127%.

Las autoridades deberían dejar de alzar sus manos en protesta por los altos precios del arroz causados por los supuestos cambios en factores fundamentales que afectan la oferta y la demanda del grano, y los políticos deberían abstenerse de culpar a los especuladores y a los acaparadores. El problema del precio de arroz es culpa del dólar débil. Hasta que el dólar vuelva a ser fuerte, el precio nominal en dólares del arroz y otras materias primas permanecerán elevados.

Steve H. Hanke es profesor de economía aplicada en la Universidad Johns Hopkins

La economía según Washington

por Richard W. Rahn.- Cuánto tendría que regalar el Gobierno a cada ciudadano para evitar una recesión? Esta es una pregunta imposible de contestar porque contiene una conclusión falsa y cuando los argumentos políticos tienen conclusiones falsas, se instrumentan políticas equivocadas. Para revertir la caída de la actividad económica hay que primero entender sus verdaderas causas. El Gobierno y la Reserva Federal han diagnosticado mal el problema y recetan una medicina equivocada: el "paquete de estímulo". El problema inicial, que condujo al desastre de las hipotecas de alto riesgo, fue causado por la Reserva Federal. Después de la recesión de 2001, engendrada por la exagerada restricción del crédito por parte de la Reserva Federal, Greenspan —entonces presidente del banco central— sobrerreaccionó dándole préstamos al sector bancario a tasas de interés inferiores a la inflación.

un crédito bajaron. Otro problema fue el aumento del precio de la energía, en parte causado por restricciones artificiales impuestas por burócratas y políticos. Los mismos políticos llevan años diciendo que tenemos que ser energéticamente independientes, luego se comportan como lacayos de los ecologistas.

El resultado es que no se ha permitido la construcción de nuevas refinerías ni tampoco extraer petróleo en las costas ni en las reservas de Alaska. No se permite la construcción de nuevas presas. Se restringe la minería del carbón y la construcción de nuevas plantas de energía nuclear. De modo que, gran sorpresa, se disparó el precio de la energía y se depende cada día más de la importación, mientras que las empresas petroleras de Estados Unidos son menos competitivas globalmente.

El tercer problema ha sido la excesiva y destructiva regulación financiera que ha causado se disparen los costes contables y las transacciones de la bolsa, perjudicando especialmente a las empresas. Esos costes y regulaciones adicionales han logrado que muchas empresas hagan sus primeras emisiones de acciones en ciudades como Londres y que otras muden sus sedes al exterior.

Aquí a las compañías se les obligada ahora a tener directores "externos" que pueden no saber nada sobre el negocio ni mejorar el rendimiento. Y recientemente la oficina antimonopolio del Departamento de Justicia demostró de nuevo su ignorancia empresarial al proponer que las bolsas de venta de acciones, de mercancías y materias primas no puedan poseer cámaras de compensación, lo cual es fundamental para ellas. Es como decirle a un fabricante de automóviles que no puede incluir el motor cuando venda un auto y obligar al consumidor a buscar el motor en otro sitio. Esas tonterías que demuestran la ignorancia de los políticos y burócratas están afectando la economía de Estados Unidos.

Otro problema es el aumento del gasto gubernamental como porcentaje del producto interno bruto. La mayoría de los programas gubernamentales están mal gestionados y los pocos que lo están bien suelen ser contraproducentes, por lo que se malgasta mucho dinero. El tamaño del Estado es mucho mayor de lo necesario, por lo que cada gasto adicional hace daño a la economía nacional.

Para revivir la economía, tanto el Congreso como el Poder Ejecutivo deben dar marcha atrás en las políticas que causaron el daño, en lugar de empeorar la situación. Pero, lamentablemente, Washington seguirá haciendo lo mismo y favoreciendo a grupos de interés que contribuyen a las campañas electorales de quienes votan por seguir estorbando las actividades productivas de la gente.



El peso de los impuestos

por Gary S. Becker.- Gary S. Becker es Premio Nobel de Economía (1992), profesor de economía de la Universidad de Chicago.-

El peso de los impuestos en un país no depende solamente del porcentaje del producto interno bruto que se cobra en impuestos, sino también de otros factores. Aquí voy a limitar mis comentarios a la relación que tiene el peso de los impuestos con el nivel de gastos del gobierno, la estructura y repercusión de los impuestos.

No es posible separar el peso de los impuestos del gasto gubernamental. La manera cómo los gobiernos gastan los impuestos recaudados hace una diferencia en el funcionamiento de la economía. Si el gasto gubernamental excede las recaudaciones de impuestos, el exceso de gastos tiene que ser financiado con deuda, si no tomamos en cuenta la emisión inflacionaria de billetes. Los intereses de una deuda gubernamental mayor tendrán que ser financiados con más impuestos en el futuro, por lo que el verdadero peso de los impuestos no se determina sólo con el monto recaudado sino con el gasto gubernamental.

El senador McCain justificó su oposición inicial a los recortes de impuestos de Bush, indicando que no se estaban combinando con recortes en los gastos del gobierno. De hecho, sucedió lo contrario: bajaron los impuestos, pero aumentaron los gastos.

El peso de los impuestos también depende del tipo de impuesto utilizado. Lo que los economistas llaman "exceso de peso", se mide por la diferencia entre el costo incurrido por quienes pagan los impuestos y el ingreso recaudado por el gobierno. Los impuestos sobre ingresos tienen "exceso de peso", porque distorsionan las decisiones del contribuyente respecto al tiempo libre. Es decir, si le van a quitar una parte de lo que va a ganar, el contribuyente puede preferir no hacer el trabajo. Mientras más altas son las tasas marginales de impuestos, mayores serán las distorsiones causadas a la oferta laboral y, por lo tanto, mayor será el "exceso de peso" del impuesto sobre la renta.

Para reducir tales distorsiones es mejor tener tasas más parejas de impuestos sobre la renta. Eso es lo que proponía Rudy Giuliani, quien recientemente se retiró de la contienda electoral. Nuestro actual sistema impositivo es excesivamente complicado. Impuestos al consumo, como el IVA, tienen menor "exceso de peso" que el impuesto sobre la renta. Pero un impuesto general al consumo también desanima a la gente a trabajar más porque los individuos pueden consumir menos y tener más tiempo libre, ya que no hay que pagar impuestos por disfrutar del tiempo libre.

El impuesto sobre la renta conlleva a otras distorsiones adicionales porque se pagan impuestos dos veces: cuando se recibe el ingreso la primera vez y cuando los ahorros producen intereses u otros ingresos adicionales. Es decir, el impuesto sobre la renta se paga dos veces: cuando se recibe el pago original y, por segunda vez, cuando se recibe el producto de los ahorros. Por el contrario, el impuesto al consumo se paga solamente una vez: al efectuar el gasto.

Existe una tendencia natural a pensar que el peso de los impuestos lo asume quien los paga a la oficina de impuestos. Cuando los inversionistas tienen que pagar más impuestos sobre el rendimiento del capital invertido, ellos tienden a invertir menos, lo cual se traduce en menos ofertas de empleo y salarios más bajos. Obviamente, hay menos empleos cuando decaen las inversiones de capital. Los inversionistas son quienes siguen enviando sus pagos al impuesto sobre la renta, pero son los trabajadores quienes en realidad están pagando, al recibir sueldos inferiores y al tener menos posibilidades de empleo. Por eso es que los economistas generalmente se oponen a los impuestos sobre el capital. Una manera de compensar el mal es permitiendo una acelerada depreciación de las maquinarias y equipos, pero es preferible avanzar hacia una tasa de impuestos de 0% sobre dividendos y demás ganancias sobre el capital invertido.



Los paraísos fiscales son una bendición

Si alguna vez Ian Fleming hubiera querido escribir una novela de espionaje acerca de la política fiscal, es muy probable que hubiera encontrado muy buen material en la compra de datos confidenciales de los clientes del banco de Liechtenstein, que recientemente hizo el servicio de inteligencia externa de Alemania. Con una lista de supuestos evasores de impuestos, Alemania se está uniendo a otros países de Europa en demandar que Liechtenstein, al igual que otros sitios llamados “paraísos fiscales”, pierdan su legislación privada para que los recaudadores extranjeros de impuestos puedan rastrear—e imponer impuestos—a los fondos invertidos en jurisdicciones a favor de bajos impuestos. La Unión Europea y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), detectando un momento oportuno, han unido sus voces en un coro que está clamando por la destrucción de los paraísos fiscales.

Cuando pensamos en paraísos fiscales, tendemos a imaginarnos a millonarios diletantes en sus lujosos yates cubiertos en joyas, jctándose acerca del último truco que sus contadores acaban de descubrir para evadir impuestos. Esta popular imagen—y el hecho de que solo unos cuantos de nosotros poseen cuentas millonarias en Mónaco o en Andorra—hace mas fácil para muchos aplaudir a la canciller alemana Ángela Mérkel en su cruzada. Según la lógica general, uno se pregunta: ¿Porque los millonarios pueden salirse con la suya mientras el resto de nosotros estamos pagando lo que debemos? Sin embargo, esta sabiduría convencional no podría estar más equivocada. Todos somos beneficiarios de los paraísos fiscales, en formas que ni nos percatamos.

Antes que nada, si uno vive en un país desarrollado, los impuestos son probablemente mucho menores de lo que eran hace 30 años, gracias en parte a los paraísos fiscales. En 1980 el ingreso fiscal personal en los países miembros de la OCDE promediaba más del 67% y las tasas corporativas en ese año promediaban casi un 50%. Y por si esto fuera poco, los países rutinariamente impusieron nuevas capas fiscales al capital, incluyendo impuestos sobre dividendos, sobre ingresos capitales, sobre herencia e impuestos a la riqueza. Estas políticas desalentaron al ahorro y la inversión, estancando el desarrollo económico y dañando considerablemente la economía.

Sin embargo, empezando por Reagan y Thatcher, los gobiernos se han esforzado por disminuir las tasas fiscales y reformar sus regimenes. Las tasas fiscales personales ahora promedian solamente cerca de un 40% y las tasas fiscales corporativas se han reducido a un 27%. Es en gran medida la globalización—no la ideología—lo que ha conducido esta virtuosa “carrera hacia abajo”. Los gobiernos están disminuyendo impuestos porque temen que los empleos y las inversiones se vayan de su país. Al proveer un refugio seguro para las personas que buscan evadir tasas fiscales confiscatorias, los paraísos fiscales han jugado un rol imprescindible. Los legisladores han concluido que es mejor recibir algún ingreso con tasas fiscales modestas, que imponer altos impuestos y perder dinero.

Segundo, los ducados europeos y las islas del Caribe no son los únicos lugares que reciben a los refugiados de altas tasas impositivas. EE.UU., por ejemplo, podría ser considerado el paraíso fiscal más importante del mundo. El gobierno estadounidense generalmente no cobra impuestos sobre ganancias de interés y capital recibidos por extranjeros que invierten en el país. Y considerando que el sistema tributario no posee datos sobre estos pagos, hay muy poca información para compartir con recaudadores fiscales extranjeros. Además las estructuras corporativas de EE.UU., como las compañías de Delaware y Nevada, son excelentes mecanismos para que los extranjeros puedan administrar sus inversiones. Gracias en parte a estas políticas atractivas, los extranjeros hoy en día han invertido más de $12 trillones en EE.UU. Aún si los esfuerzos de Mérkel son exitosos y a todas las naciones se les impone la obligación de reforzar las legislaciones fiscales para extranjeros, es muy probable que una suma sustancial de ese capital que crea empleos, escapará de EE.UU.

Finalmente, hay una justificación moral para los paraísos fiscales: Ellos juegan un rol crítico al proteger a las personas sujetas a persecuciones religiosas, étnicas, sexuales políticas o raciales. La mayoría de la población mundial vive en regimenes con inadecuadas protecciones a los derechos humanos. Y las personas con bienes, son usualmente el blanco de estos gobiernos opresores. La habilidad de depositar dinero en estos paraísos fiscales ofrece importantes protecciones para estas potenciales víctimas. Incluso las Naciones Unidas, en un reporte de 1998 que atacaba a los paraísos fiscales, tuvo que admitir que “A lo largo del siglo XX, los gobiernos alrededor del mundo espiaron a sus ciudadanos para mantener el control político. La libertad política puede depender de la habilidad de esconder información puramente personal, de los ojos del gobierno”.

A pesar de este poderoso argumento para dejar a los paraísos fiscales en paz, los burócratas internacionales han visto una oportunidad para expandir su cobertura. La OCDE está tratando de beneficiarse con la controversia del caso Liechtenstein rejuveneciendo su campaña de la “perjudicial competencia fiscal” contra “los incooperantes paraísos fiscales” que irónicamente son los mismos países que ayudaron a mejorar las políticas fiscales. Este esfuerzo, que ha estado en reposo desde que la administración del presidente George W. Bush le retiró apoyo en 2001, ha puesto a los paraísos fiscales en una lista negra y los ha amenazado con impuestos discriminatorios y restricciones comerciales si no aceptan adoptar un sistema de recaudación similar al de las naciones con altos impuestos.

Mientras tanto, la Comisión Europea establece que el embrollo muestra la necesidad de expandir la directiva de ahorros e impuestos de la UE, la cual consiste en un acuerdo de compartir información para ayudar a cobrarle impuestos a los ciudadanos de países como Francia y Alemania que ganan intereses fiscales en lugares como Luxemburgo. Por ahora, solamente se aplica a tipos de ingreso de capital en países europeos y sus territorios. Pero los ambiciosos recaudadores fiscales de Europa quieren intervenir en todas las formas de ingreso de capital, y quieren que los gobiernos no europeos como el de Singapur, Estados Unidos y Hong Kong, participen en lo que equivale a un cartel fiscal.

Afortunadamente, las propuestas de OCDE y de la UE enfrentan un gran reto. La OCDE fue capaz conseguir que los paraísos fiscales ubicados en la lista negra firmaran las llamadas cartas de compromiso. En esta prometen debilitar sus leyes fiscales y de privacidad, con la condición de reciprocidad, lo que significa que los paraísos fiscales acceden a esto solamente si el resto de países también lo hacen, incluyendo a los miembros de la OCDE como EE.UU., Suiza, Luxemburgo, y también países no miembros como Hong Kong y Singapur. La directiva de ahorros e impuestos de la UE enfrenta obstáculos similares, en gran parte por las mimas razones.

Estas son buenas noticias. La competencia fiscal está llevando a las políticas fiscales en la dirección correcta y los paraísos fiscales juegan un papel clave en este proceso de liberalización. Los países con sistemas de altos impuestos se quejan de que las jurisdicciones como la de Liechtenstein permitan la evasión fiscal, pero este argumento no toma en cuenta el punto obvio: las bajas tasas fiscales y las reformas tributarias son la mejor forma de reducir la evasión. La verdad es que aquellos luchando en contra de los paraísos fiscales nos costarían mucho mas a todos nosotros, de lo que nos podría costar alguna vez pequeño Liechtenstein.


Argentina pasó a ser un caso perdido

Por Mary Anastasia O'Grady.- A medida que la campaña presidencial estadounidense sigue adelante en forma monótona, Barack Obama y los demócratas están agregando más detalles o su promesa de "cambio" con algunas propuestas específicas. Muchas de estas propuestas son conocidas, tal vez porque también se han ensayado... en Argentina. Este país ha pasado de ser el granero del mundo a ser un caso perdido. Si quiere una versión larga de cómo esto sucedió y por qué los estadounidenses no deberían intentar estas recetas, tome el próximo vuelo a Buenos Aires. Aquí ofrezco una versión abreviada.


Aunque el descenso de Argentina al estatus de país que nunca paga sus deudas empezó hace un siglo, el último capítulo es ilustrativo. En marzo, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner aprovechó el alza de los precios para imponer un impuesto a las ganancias extraordinarias de las exportaciones de soya. Los agricultores se negaron a pagar, la presidenta no cedió y se produjo un impasse.

Muchos argentinos simpatizaron con los agricultores. Pero el levantamiento ya no es una revuelta contra los impuestos. Se ha convertido en una rebelión contra el ilimitado poder del Ejecutivo o, a ojos de la oposición, contra el autoritarismo de la señora Kirchner. Hace una semana, miles de argentinos se lanzaron a las calles en las ciudades de todo el país golpeando cacerolas para expresar su descontento con las medidas opresivas de su presidenta. Ha sido la mayor protesta desde 2001.

La señora Kirchner, cuya aprobación ha descendido a un 20%, respondió a las manifestaciones con un duro discurso el martes. Advirtió que el país no puede ser gobernado "con cacerola, corte de ruta y bocina". Esto es fácil de decir ahora, pero fueron las cacerolas en las calles las que llevaron al colapso del gobierno de Fernando de la Rúa en 2001. A la señora Kirchner no parece importarle este derrocamiento de la democracia, tal vez porque su esposo, Néstor Kirchner, fue electo posteriormente.

Tampoco la señora Kirchner levantó la voz cuando su esposo usó los "poderes de emergencia" que le delegó el Congreso de mayoría peronista para gobernar por decreto durante cinco años. No hubo ninguna intervención que la señora Kirchner considerara desproporcionada. Era, después de todo, una "crisis". Néstor Kirchner impuso controles de precios, subió los impuestos a las exportaciones, aumentó los subsidios populistas, anuló contratos, no le pagó a los acreedores, acabó con la independencia del banco central e incluso manipuló las estadísticas de inflación. El sector privado y las ganancias fueron demonizadas y la prensa acosada.

La represión funcionó lo suficientemente bien como para que su esposa fuera elegida presidenta en octubre, pero ahora el tren se vuelve a descarrilar. Es difícil de cuadrar la defensa reciente hecha por la señora Kirchner de su amada "democracia" con el hecho de que está siguiendo las huellas de su marido, quien no mostró ningún respeto por los pesos y contrapesos institucionales.

Esto nos lleva a la raíz del problema, que se desarrolló mucho antes de los abusos de los Kirchner contra el mercado y los principios legales. La Constitución alguna vez sostuvo que un rol limitado del gobierno y la propiedad privada estaban entre los más altos ideales del país. En los años 20 estas protecciones, que convirtieron al país en un imán para inmigrantes y en la séptima mayor economía del mundo, comenzaron a corroerse.

Un ejemplo precoz de este atentado a la libertad fue cuando el Congreso impuso un congelamiento sobre las rentas ante la escasez de viviendas después de la Primera Guerra Mundial. Esto sólo exacerbó el problema y en 1922 una politizada Corte suprema amplió las facultades del Estado para permitir la regulación de las rentas. Esta decisión dejó en mal pie a los derechos de propiedad. Una década más tarde, la Corte le dio poder al Congreso para regular las tasas de interés.

Las intervenciones no terminaron ahí y a medida que el control de la economía se expandió y la nación se empobreció, el país no pudo recuperar su equilibrio. El populismo económico y la militancia sindical echaron raíces; el proteccionismo floreció y Argentina se convirtió en un estado benefactor. En tanto, la economía informal creció ante el alto costo de la legalidad.

Las crisis fiscales han sido recurrentes. De acuerdo a un estudio reciente dado a conocer por investigadores de la escuela de negocios Eseade de Buenos Aires, la deuda externa como porcentaje del PIB ha llegado a un 56% comparado con 54% en 2001. Si se incluye la deuda no pagada a los tenedores de bonos, el número asciende al 67%. Algunos analistas están preocupados de que si la economía pierde vigor, el gobierno recurra a las reservas del banco central, desatando una corrida contra el peso o, por temor a ello, opte por declararse en cesación de pagos por segunda vez en una década.

¿Significará esto el fin de los beneficios sociales inflados, la guerra de clases, la hostilidad hacia los productores, el capital y la propiedad privada, el fin del proteccionismo y la planificación central subsidiada? Es poco probable.

Los estadounidenses que leen esto pueden notar que suena mucho como la mentalidad del ala izquierda que dominará la convención del partido Demócrata y que elegirá a Barack Obama como su candidato en agosto. Desde un sistema de salud nacionalizado y refinerías en manos del gobierno hasta impuestos que castiguen a los ricos, Argentina ya lo ha intentado. Hay buenas razones para preocuparse por esa semejanza.


Ecuador: Vendiendo arroz ajeno

Por Gabriela Calderón.- Lo que está pasando con el arroz en Ecuador es una injusticia. Yo nada tengo que ver con la industria arrocera pero me importa porque el día de mañana esa mala costumbre de que el Estado administre lo que es de uno como que si fuera propiedad pública me podría afectar a mi y a mi familia (así como también a usted y a la suya). Cuando los precios de los alimentos suben, la popularidad del gobierno de turno baja. Por eso es que políticos de ambos lados del espectro fácilmente recurren a controlar los precios. Desde Felipe Calderón en México hasta Hugo Chávez en Venezuela y Cristina de Kirchner en Argentina, los controles de precio parecen ser la respuesta impulsiva. Los políticos tienen que ser vistos haciendo “algo” al respecto. No importa que ese “algo” no solucione para nada la escalada de los precios ni tampoco que ese “algo” pueda de hecho empeorar el problema.


Pero el tema del arroz va más allá. El control de precio sobre el arroz es doble: no solo se controla a través de la banda de $24-$28 sino que también se prohíben las exportaciones causando que haya una sobreoferta en el mercado local.1 Pero la injusticia es de más alto calibre: las exportaciones se permiten solo si es el Estado el que las hace.

Si usted quiere exportar arroz, no lo puede hacer. Si se quedó varado con los quintales de arroz que pensaba enviar a Colombia o a Perú por $452 el quintal no le quedará otra que intentar vendérselos al Estado por $28. Pero la ofensa es mayor aún. El Estado le compra a usted el quintal a $28 y luego se lo vende a Venezuela a $36,36.3 Aquí el robo es de frente. Esa diferencia de $8,36 por quintal es suya y se la quitó el Estado.

Si es que se venden las 60.000 toneladas a Venezuela a ese precio, como ha anunciado el gobierno, el Estado se ha apropiado de aproximadamente $11 millones que son propiedad de los arroceros (los aproximadamente 35.000 ecuatorianos que son dueños de sembríos). Por esto se podrían ver perjudicados los aproximadamente 1.200.000 jornaleros que trabajan en los cultivos de arroz.4

El perjuicio real para los arroceros en realidad es de casi $22,5 millones porque esas 60.000 toneladas de arroz que el gobierno ha prometido a Venezuela se hubieran podido vender fácilmente a $45 en Colombia.

Y el problema no es solo porque me oponga a que alguien se aproveche del fruto del trabajo honesto de otro, sino porque me parece que los venezolanos con un PIB per cápita ajustado a poder de la paridad de compra de $10.719 (comparado al nuestro que es de $6.925)5 difícilmente necesitan que les demos arroz subsidiado. Ni tampoco creo que el gobierno debería andar pagando favores con cosas que no le pertenecen.

La defensa de los derechos de propiedad requiere que uno sea coherente. Por lo tanto, los arroceros tampoco deben pedir subsidios el día en que bajen los precios.

Una de las más grandes injusticias ocurre cuando otro se aprovecha de lo que uno se ha ganado trabajando honestamente. Esa sensación que uno siente cuando le roban algo, esa impotencia y frustración de todo el esfuerzo que se hizo en vano es algo de lo cual el Estado debe protegernos. No obstante, ¿quién nos protege cuando es el Estado el que se aprovecha del fruto de nuestro trabajo? Un gobierno de leyes, no uno de hombres con pretensiones de volverse el próximo caudillo.


jueves, julio 03, 2008

Can Barack Buy the Presidency?

By KARL ROVE
July 3, 2008
On the money front, how do Sens. Obama and McCain stack up? No contest, it seems. Since the campaign began, Mr. Obama has raised a staggering $295-plus million, versus Mr. McCain's almost $122 million. But that's misleading. Mr. Obama spent a lot to win the nomination. So how much cash did he and his rival have when the general election effectively began in June? As of May 31, Mr. Obama had $43.1 million on hand while Mr. McCain had $31.6 million – a significant but not overwhelming advantage.


There is also the cash raised by the Republican and Democratic National Committees. Each candidate depends on the party committees for certain expenditures – registration, voter identification and get-out-the-vote drives, materials distributed by volunteers, even some advertising. Here, the Republicans had $53.5 million in hand on May 31, versus the Democrats' paltry $4 million. Thus Mr. McCain and the RNC have $38 million more than Mr. Obama and the DNC.

If Mr. Obama maintains his prodigious fund-raising pace, he could overtake Mr. McCain and the RNC. But that's not guaranteed. In May, Mr. Obama raised $23.3 million and the DNC $4.8 million; but Mr. McCain raised $21.5 million and the RNC $24.4 million. Mr. Obama's Internet-driven fund raising may require a renewed sense of urgency, crisis and energy that may be hard to gin up until the race heats up with the conventions in late August.

The savvy Obama team believes they can raise considerably more than the $84 million Mr. McCain will receive by taking public financing in September for the general election. They realize this is likely to be a close, hard-fought contest and they want every advantage – their candidate's previous pledges to take public funds and criticism of money in politics notwithstanding.

Then, too, unions will give Mr. Obama an edge. The AFL-CIO has committed $53.4 million for the Democratic nominee, up $6 million from 2004. Other unions will chip in. The American Federation of State, County and Municipal Employee has pledged $50 million.

There are other third-party groups. While the GOP may be seen as the party of Big Money, recent presidential contests have shown that – taking unions, George Soros's wealth, and organizations like MoveOn.Org into consideration – Democrats have a large financial advantage. In 2004, when each side's spending by candidates, national committees and third-party groups was totaled up, Democrats outspent Republicans in the presidential race by $119.4 million.

Mr. Obama has used his money advantage to launch the air war. Starting June 20, Mr. Obama spent $4.3 million for 10 days of a televised, biographical ad covering 18 states. Mr. McCain countered on Monday with roughly $2.1 million for a week of ads in 11 states. Mr. Obama has now volleyed back, expanding his buy to 21 states for two additional weeks at a cost of $15 million – half for his original bio ad and half for a new ad on welfare reform.

But early television may not be as smart as it appears. Is it wise for Mr. Obama to spend almost as much on ads in three weeks in July as he raised in May? His fund raising peaked in February. June's fund-raising numbers, due in mid-July, will show whether his current pace of spending can be sustained. And TV becomes less effective in a general election, since so much free media attention is focused on the presidential candidates, whose actions have a larger impact than ads.

Mr. Obama's ads show he's aware of his vulnerability on two fronts: his liberal values and his meager achievements. Yet he should be more cautious with these weaknesses. His bio ad says he was raised with "values straight from the Kansas heartland," though he grew up in Hawaii. He claims to have passed three bills, but fails to mention that two were in the Illinois state Senate and that he didn't vote on the third in the U.S. Senate. His new ad praises welfare reform, yet he opposed the legislation when a Republican Congress passed and President Clinton signed it.

Mr. Obama may be overreaching by running ads in North Carolina, Georgia, South Carolina, Indiana, Nebraska, Montana, Alaska and North Dakota – states Republicans won by comfortable margins in recent years. It would require a shift of between one-sixth and over one-quarter of the vote to win any of them. Shifts that large rarely happen.

Big shifts do occur – witness West Virginia in 2000, which swung more than 20 points between 1996 (when Bill Clinton carried the state) and 2000 (when George W. Bush did) – but these require sharp contrasts on big issues, not just money. Money may be the mother's milk of politics, in Jesse Unruh's famous phrase, but when running for president, money alone can't buy a candidate love. Cash matters, but being a good candidate and right on the issues matters even more.