ElCapitalista007

viernes, septiembre 21, 2007

El verdadero historial de Bush

Por Dick Cheney.- En su nuevo libro "The Age of Turbulence" (La era de la turbulencia), mi antiguo amigo Alan Greenspan argumenta que las políticas económicas y presupuestarias del presidente Bush han sido fiscalmente irresponsables. Conozco y admiro a Alan desde hace años y pienso que fue un gran presidente de la Reserva federal. Pero me parece que su evaluación es errada. Alan alude a su primer encuentro, el 18 de diciembre de 2000, con el entonces presidente electo Bush en el Madison Hotel en Washington. Yo me acuerdo de ese desayuno muy bien, en especial los comentarios de Alan acerca del estado de la economía. El presidente de la Fed le dijo al presidente electo y a nuestro equipo que Estados Unidos enfrentaba la posibilidad real de caer en una recesión debido al colapso de la burbuja tecnológica que se había creado en los años 90. La predicción de Alan resultó ser correcta: en los últimos meses del gobierno de Clinton, la nación comenzó un bajón económico que se transformó en una recesión. Había otra crisis en ciernes, aunque ninguno de nosotros lo sabía en esos momentos.

A menos de ocho meses de haber iniciado nuestro gobierno, la nación fue atacada. Desde el punto de vista de la seguridad nacional, los sucesos del 11 de septiembre fueron un momento que definen una época. Y tuvieron la misma importancia desde una perspectiva económica. Después de los atentados, dirigidos al sector financiero de nuestro país, vino la suspensión de la actividad bursátil, el cierre de las tiendas y los centros comerciales y la cancelación de miles de vuelos. En los tres meses y medios que transcurrieron entre el 11 de septiembre y la Navidad, casi un millón de estadounidenses perdió su empleo.

Los efectos combinados de una recesión y una emergencia nacional podrían haber sido devastadores para la economía estadounidense. El resultado de la reducción de impuestos de Bush –cumpliendo con una promesa que le había hecho a los votantes- fue una recesión más suave, una recuperación más rápida y una plataforma de crecimiento que sigue siendo sólida hasta hoy. El hecho es que en tiempos de desafíos sin precedentes, Estados Unidos ha experimentado casi seis años de crecimiento ininterrumpido y ha agregado más de ocho millones de empleos desde agosto de 2003. Eso es más que todas las otras naciones industrializadas en su conjunto.

El crecimiento económico estimulado por el recorte de impuestos del presidente genera hoy ingresos tributarios mucho más elevados. En el año fiscal 2005 la recaudación subió 15%, en el año fiscal 2006 casi 12% y se proyecta que este año fiscal, que termina este mes, aumente en casi 7%. Este es el mayor crecimiento de la recaudación tributaria en años consecutivos desde 1981. El resultado es que los ingresos tributarios, medidos como porcentaje de nuestra economía, están por encima del promedio histórico de los últimos 40 años. Bajo estas circunstancias, es muy difícil que alguien sostenga que los estadounidenses pagan pocos impuestos. Incluso a una tasa tributaria menor, el trabajo duro y la productividad de los estadounidenses está generando más dólares tributarios que nunca antes.

Por el lado del gasto, no puedo cuestionar la noción general de Alan de que el gobierno federal es demasiado grande y gasta demasiado dinero. Hemos concordado en este punto desde la época en la que ambos trabajábamos para el gobierno de Gerald Ford hace unos 30 años. El Presidente Bush piensa lo mismo, y es por eso que ha reducido constantemente la tasa de crecimiento del gasto discrecional no relacionado a asuntos de seguridad. En contraste, el último presupuesto del gobierno de Clinton/Gore aumentó esa categoría de gastos en un asombroso 15%. El presidente Bush ha presionado arduamente para mantener bajo control ese gasto. De hecho, el aumento de este año será, por tercer año consecutivo, más bajo que la tasa de la inflación.

También vale la pena destacar que el presidente Bush ha destinado recursos significativos para reconstruir nuestras fuerzas armadas después de las reducciones de los años 90. Además, esta nueva época también exige un mayor apoyo para los ámbitos de inteligencia, el cumplimiento de la ley y la seguridad interna. Nuestro gobierno ha cumplido con esas prioridades urgentes. Pero, al mismo tiempo, hemos logrado bajar el déficit proyectado para este año a 1,5% del PIB. Eso está muy por debajo del promedio histórico de las últimas cuatro décadas.

Hace tiempo que Alan postula, de manera correcta, que la disciplina fiscal es una obligación de largo plazo que requiere de honestidad y la voluntad de tomar decisiones duras. Nuevamente, concordamos. Y en este sentido, el historial del presidente Bush es excelente. Ha propuesto reformas a Medicare y Medicaid (programas públicos de salud) y le ha pedido al Congreso en reiteradas ocasiones reformar el sistema de Seguridad Social (pensiones públicas) para colocarlo sobre una superficie financiera más firme. Aunque el Congreso no aprobó las propuestas, ningún otro presidente ha invertido tanto tiempo o capital político en tratar de revertir un desastre fiscal que todo el mundo sabe se avecina.

Durante gran parte de mi carrera he gozado de la compañía de Alan Greenspan y me he beneficiado de su sabiduría. Por su parte, Alan destaca en su libro por mi "intensidad" y "calma de esfinge". Y es en el espíritu de esa amistad que le ofrezco este gentil recordatorio.


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