El coleccionista colombiano con 800 Warhols

Justo antes de que empezara la subasta vespertina de Sotheby's en Nueva York en noviembre, un hombre bajo de 68 años llamado José Mugrabi se abrió camino a su asiento por la impecable alfombra color caramelo. Llevaba su uniforme estándar: jeans, una camiseta negra y una gorra de béisbol.Mugrabi prefiere operar bajo una sencilla regla. Cuando aparecen obras de Andy Warhol, puja por ellas pronto y con frecuencia; y quiere que todo el mundo lo sepa. Esa noche, pujó por siete de los ocho Warhols y compró uno, un cuarteto de pinturas de Jacqueline Kennedy de luto, por US$5,6 millones. Al minuto de haberse vendido la última pieza de Warhol, se puso la gorra y se marchó.

Nadie ha invertido más en la capitalización de la popularidad de Warhol que Mugrabi. Junto a sus dos hijos, este ex mercader textil autodidacta de Bogotá dice que ha acumulado 800 de los trabajos del artista a lo largo de los últimos 20 años, un botín que es fácilmente tres veces más grande que cualquier otra colección privada de Warhols y que es casi del mismo tamaño que la del Museo Andy Warhol en Pittsburgh. La influencia de Mugrabi sobre el mercado del artista es tan fuerte que los dealers y las grandes casas de subastas rara vez compran o venden un Warhol sin que él lo sepa.

Andy Warhol creó cerca de 8.000 pinturas y esculturas entre 1952 y su muerte en 1987, y sus obras aparecen con tanta consistencia en las subastas, aproximadamente unas 200 al año, que se han convertido en un indicador dentro del mercado del arte, valorado en unos US$11.000 millones. En parte porque los altos precios de los Warhols pueden impulsar el valor de otros artistas, los coleccionistas y dealers les prestan cada vez más atención a los Mugrabi.

Los dealers rivales hacen cualquier cosa por mantener altos los precios de las obras de Warhol, incluyendo pagar o cobrar de más por ellas. Dicen que los Mugrabi hacen que coleccionar las creaciones del artista sea mucho más difícil. Mugrabi dice que sus esfuerzos por "defender" los niveles de precio del artista son legales y que funcionan a favor de los propietarios de Warhols en todo el mundo.

Los pocos que apostaron por Warhol hace dos décadas se han llenado los bolsillos. Mugrabi no quiere revelar el valor exacto de sus activos, pero en 2007, el precio promedio de un Warhol en subasta era de unos US$442.000, frente a los US$66.000 de 1988, según Artnet, un servicio de base de datos especializado en arte. Ahora se venden obras de Warhol por más de US$1 millón. En mayo, una serigrafía del artista de un accidente de auto se vendió por un récord de US$71 millones.

Muchos coleccionistas y dealers son rápidos a la hora de felicitar a la familia por su estrategia peculiar. Lo que no está claro, dicen, es qué es lo que pasará si los Mugrabi caen en bancarrota y tienen que liquidar gran parte de su colección. "Si el mercado se revierte, va a ser una estrepitosa cuesta abajo", anticipa Joe Helman, un dealer de Nueva York.

La familia conserva sus Warhols en varios lugares. Tiene dos almacenes estrictamente vigilados, uno en Zurich y otro en Newark, en Nueva Jersey, donde alquilan un espacio de más de 120 metros cuadrados con paredes forradas de suelo a techo con estantes metálicos, repletos todos de lienzos colgados.

Últimamente, los Mugrabi han hecho algunos de sus intentos más audaces por impulsar el mercado Warhol. En mayo, la familia pagó US$2,8 millones, unos US$700.000 por pieza, por una serie de pequeños retratos de Jacqueline Kennedy que Warhol pintó entre 1964 y 1966. Sólo un mes después en Londres, pagó US$1,5 millones por un único pequeño "Jackie", un incremento de más de 100% sobre el precio de la venta anterior. Mugrabi dice que su objetivo era fijar un nuevo estándar para todas las pinturas en la serie "Jackie". Parece que funcionó, puesto que en noviembre, Mugrabi dice que vendió otro cuarteto de Jackies por US$6,5 millones a otro coleccionista.

A pesar de la riqueza que ha ganado en el mercado del arte, Mugrabi se mantiene fiel a su estilo discreto, no sólo en su oficina en Nueva York sino también en las subastas. En los eventos sociales suele ser tímido y no forma parte de ninguna junta de museos y no va a las fiestas de la industria.

Para sus hijos, es el patriarca que tiene siempre la última palabra en casi todos los negocios. Su hijo más joven David, de 36 años y ex corredor de bolsa de Wall Street, es el más tranquilo y práctico. Alberto, o Tico, tiene 37 años y es el embajador de la familia. Cuando no está con sus hijos, José Mugrabi los llama por teléfono casi cada hora, incluso a las 4 de la mañana, normalmente para hablar sobre nuevos acuerdos.

Nacido en Israel en 1939 en una familia judía de clase media, Mugrabi es el hijo de un tendero y el mayor de siete hermanos. A los 16 años se fue a vivir con su tío en Bogotá, donde trabajó como distribuidor textil. Mugrabi nunca fue a la universidad, pero aprendió pronto el negocio de comprar y vender telas al por mayor. A partir de 1963, montó una empresa por su cuenta, Soditex.

Firmas textiles rivales empezaron a quejarse ante las autoridades colombianas de que Mugrabi no pagaba impuestos de importación y que vendía bienes de contrabando a precios irrisorios, según Coltejer, una de las empresas rivales con sede en Medellín, y Carlos Eduardo Botero Hoyos, director ejecutivo de la Asociación Colombiana de Textiles y Ropa. Hoyos cuenta que, pese al contrabando que hacía Mugrabi, nunca investigó a la empresa, en parte porque el contrabando de textiles era bastante común y considerado un delito menor.

Mugrabi niega estas acusaciones y no hay demandas ni sentencias en el sistema judicial colombiano relacionadas a su nombre o su empresa Soditex, según Reinel Beleño, portavoz del Consejo Superior de la Judicatura de Colombia.

En 1984, Mugrabi estaba harto de la industria de textiles y se trasladó con su familia a Nueva York. "El arte se convirtió en mi refugio", recuerda.

La introducción de Mugrabi al mundo del arte vino tras una llamada en 1981. Hacía unos años, Citibank había empezado a promocionar su nuevo Servicio de Consultoría de Arte a sus mejores clientes. Al final, el colombiano accedió y se hizo con un paisaje de Pierre Auguste Renoir en una subasta de Christie's el 3 de noviembre de 1982. Unos días después, le llegó el cuadro Vue de la Seyne, junto con una factura de US$121.000. Sorprendido por lo mucho que le gustaba tener el Renoir, empezó a comprar más arte. Jacob Baal-Teshuva, un curador freelance que asesoraba a Mugrabi en sus decisiones, dice que se fiaba de su instinto ya que no sabía nada de historia del arte.

El 22 de febrero de 1987, Andy Warhol murió tras complicaciones durante una operación de vesícula. Pese a ser exitoso en vida, principalmente por las pinturas pop de Marilyn Monroe y sus latas de sopa Campbell, Warhol nunca recaudó más de US$165.000 por ninguna de sus obras. En el momento de su muerte, gran parte de su creación más tardía resultó difícil de vender en comparación a su obra anterior.

Cuatro meses después de la muerte del artista, Mugrabi compró algo de Warhol por primera vez en una feria de arte en Suiza. Pagó US$37.000 por cada una de las piezas que formaban un cuarteto inspirado en La última cena de Da Vinci. Un año después, en 1988, vendió una de ellas en Londres por US$103.350, con una ganancia de 179% sobre su inversión. "Dentro de 500 años, la gente verá su obra (de Warhol) y reconocerá la cultura americana al instante. Él fue el único artista en absorberlo todo", declaró Mugrabi.