ElCapitalista007

martes, julio 31, 2007

Cómo el gigante suizo Glencore ha dominado el auge de los 'commodities'

BAAR, Suiza—Cuando Marc Rich, el fugitivo comerciante de commodities, vendió su firma de corretaje hace 13 años, la compañía era más conocida por hacer negocios con países parias. Desde entonces, esta empresa que no cotiza en bolsa ha cambiado de nombre a Glencore International AG y se ha transformado en un coloso industrial con una influencia sobre los mercados individuales de materias primas mayor a cualquier otra compañía.
La suiza Glencore, cuyas operaciones en América Latina se concentran en Colombia, Perú y Argentina, es uno de los mayores proveedores de aluminio, níquel, zinc y plomo del mundo. También es un importante vendedor de petróleo, granos y azúcar. En conjunto con sus empresas afiliadas (entre las más conocidas figura la también suiza Xstrata), afirma Glencore, comercia más carbón que cualquier otro rival.

Glencore también ha jugado un papel clave, aunque tras bambalinas, en la reciente ola de consolidación en la industria de los commodities, la cual está experimentando un auge sin precedentes. La guerra de adquisición por el productor canadiense de aluminio Alcan Inc. se originó después de que Glencore combinara parte de sus activos con compañías rusas creando un gigante que destronó a la estadounidense Alcoa como el mayor productor de este metal del mundo. Y en una dura batalla en el sector del níquel, Glencore contribuyó a que una empresa afiliada ganara la batalla por la minera canadiense Falconbridge Ltd.

La historia de cómo Glencore evolucionó de ser un actor periférico a una de las compañías que no cotizan en bolsa más poderosas del mundo, se reconstruyó mediante entrevistas a personas con un conocimiento íntimo de la empresa y documentos financieros, tales como los prospectos de sus tenedores de bonos. Durante mucho tiempo la empresa ha estado dispuesta a comerciar con casi cualquier commodity alrededor del mundo, desde el cobalto proveniente del Congo al crudo de Irak en tiempos de Saddam Hussein. Su profundo conocimiento de regímenes aislados e incluso cuestionables le han dado a Glencore acceso a recursos a buenos precios, ya que puede aprovechar oportunidades que nadie más persigue. Glencore dice que su política exige que sus empresas y empleados cumplan con las sanciones económicas existentes en los países en los que desarrolla sus negocios.

Su poderío en el corretaje, junto con su afán por adquirir activos como minas y fundiciones, han hecho de Glencore uno de los mayores ganadores de la bonanza de los commodities. El año pasado, sus ingresos ascendieron a US$116.500 millones y sus ganancias netas fueron de US$5.300 millones. Un pequeño grupo de gente comparte esta riqueza. El valor de las participaciones que los 12 ejecutivos más altos tienen en la compañía aumentó en promedio US$87 millones para cada uno. Esto es más que el triple que la compensación basada en acciones que recibió el presidente ejecutivo de Goldman Sachs. Y, en promedio, los 67 empleados de mayor rango obtuvieron salarios y otros beneficios de unos US$8 millones cada uno.

Enderezar la corbata

A medida que Glencore se adentra en la corriente corporativa dominante —al tener una deuda de miles de millones de dólares—, la compañía todavía tiene dificultades para convencer a los escépticos de que es una firma diferente a la que en su día fundó y abandonó Rich. Por cierto, no ayudó el hecho que en 2005 una comisión de investigación de las Naciones Unidas dijera que Glencore había pagado millones en sobornos entre 2002 y 2003 para lograr acceso al crudo de Irak al margen del programa de petróleo por alimentos. La compañía le dijo a la ONU que no permitía el uso de sobornos.

La evolución de Glencore se debe en gran parte a su presidente ejecutivo, el sudafricano y ex comerciante de carbón Ivan Glasenberg. Una de sus tácticas ha sido combinar los activos de producción que posee la empresa para dar vida a compañías afiliadas que cotizan en bolsa. Después, Glencore comercializa gran parte de su producción. El resultado es que su poder de mercado se ha ampliado. Glencore mueve cantidades tan grandes de metal que en algunas ocasiones representa entre 50% y 90% del níquel y aluminio que se espera entregar a los almacenes de la Bolsa de Metales de Londres, según corredores de ese mercado.

Este tipo de operaciones no es ilegal. Los mercados de los commodities, que no están muy regulados, conceden a los productores un generoso margen de corretaje para sobrellevar los riesgos de precio. Glencore ha podido defenderse de acusaciones de manipulación por parte de los reguladores y competidores al mostrar que sus operaciones requieren grandes compraventas.

"No hay otra compañía como Glencore que juegue en tantos frentes. En estos mercados, los proveedores van al volante", dice Markus Moll, un consultor de la industria metalúrgica en Austria.

Wall Street también ha contribuido a fomentar el dominio de Glencore. Desde 2003, el gigante suizo ha vendido más de US$5.000 millones en bonos a grandes firmas de inversiones en Estados Unidos.

Mark Pieth, un profesor suizo de derecho y ex miembro del comité de investigación de ONU, dice que los ejecutivos de Glencore "están bajo la presión de probar que son respetables" a medida que profundizan sus vínculos con los bancos de inversión y los mercados de deuda. En su opinión, Glencore está fortaleciendo sus sistemas de seguridad, pero agrega que "están llegando un poco tarde".

Sin embargo, los mercados de capitales parecen fascinados con Glencore. En su última emisión de deuda realizada en Londres, los inversionistas ofrecieron un monto 10 veces superior al que buscaba recaudar la compañía.

Los empleados de Glencore que tienen una participación accionaria en la empresa (417 en total), no pueden acceder a su patrimonio a menos que dejen la empresa. Y los empleados que se van tienen que vender sus acciones de vuelta a la empresa. Este acuerdo fuerza a Glencore a ofrecer grandes pagos en efectivo durante épocas de bonanzas, ya que ejecutivos que han acumulado cientos de millones de dólares en acciones se verán tentados a canjear sus títulos. Las agencias de calificación de riesgo dicen que en Glencore existe el riesgo de una fuga masiva en esta época de vacas gordas.

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